¿Sirve estar todo el tiempo conectado?

Te despertás, seguramente luego de apagar la alarma de tu celular. Te levantás, a duras penas y con pocas ganas. Te lavás los dientes, la cara, te peinás (si tenés la suerte de tener pelo) y seguramente vayas a poner el agua para el desayuno.

Si sos lector de Kabytes seguramente en algún interín previo al desayuno presiones el bendito boton «power» de tu computadora de escritorio, o peor aún, de tu notebook, que no hará mas que acompañarte como una especie de compañero mudo en el desayuno, al menos que inicies Spotify, o alguna que otra radio online. Luego, tostada de por medio y entre sorbo y sorbo de un café caliente, vendrán un «buen día Twitter» y la lectura obligada de los correos del día.

De una manera similar o un poco menos drástica dependiendo de la edad y la condición familiar así comienzan los días de los hiperconectados. Un día que los mantendrá conectados casi constantemente. Entre el trabajo (y más si requiere una conexión como la mayoría en el mundo IT), la procastinación, y las redes sociales el hiperconectado muchas veces conduce hacia una personalidad adictiva hacia el uso de internet. No es para menos, internet está bueno y divierte, a veces mucho más que el lugar donde nos encontramos.

Hace unos días me encontré con la idea de adquirir un teléfono con conexión a internet. Mientras leía reviews, opiniones y características sobre los navegadores soportados, capacidades Wi fi y 3G, velocidades y servicios anexos me vino a la mente la que quizás sería la pregunta más simple y a la vez más profunda sobre el tema: ¿Realmente necesito estar todo el tiempo conectado?

Conectado_Aparato

(La conexión no solo se da en los internetadictos)

Y la respuesta es No, un No rotundo. Puedo vivir sin internet móvil todavia, porque nada es tan importante como para que no pueda dejarlo algunas horas como está. Ni un Tweet, ni un E-mail, ni un comentario pendiente de aprobación. Si hay algo realmente importante eso es mi gente y ellos tienen mi número, lo otro puede esperar.

Aclaro que como vivo en el interior mis viajes diarios duran menos que un tema de los Beatles, si viviera en una gran ciudad quizás me vendrá bien usar un navegador mientras viajo 45 minutos en colectivo. Digo quizás porque también, volvemos a lo básico: ¿Nos hace bien vivir pegados a una pantalla y no mirar ni siquiera por la ventanilla? A veces voy a algún bar o café a tomar algo y a despejarme un poco. En las mesas cercanas veo telématas impresionantemente sincronizados con las pantallas de sus netbooks. Lo peor es que están tan concentrados que hasta se les enfrían los cafés. Incluso llegan al nivel de abducción de no mirarle el culo a algunas mozas cuyo trasero es digno de un concurso reef.

Lo importante creo que es, a veces, preguntarse si realmente necesitamos lo que el marketing nos quiere vender como si realmente lo necesitaramos para solucionar una necesidad que, generalmente, no tenemos.

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